Quoted from polanoid.


Naranjas con café (desde una maquina de escribir Olivetti imaginaria)


La imagen no concuerda. Es como si tuviera un recuerdo mal cosido, y me asomo a la ventana, a la ventana de tu angustia cariño mio, y solo puedo ver un ruido agitado y como fúrico. No eran toronjas, debían ser naranjas, así como en la mañana: a tomar café con naranjas, para tirar luego las cascaras lejos...allá lejos, allá muy lejos por la espesura clandestina de tu confín, por el valle verde de tu frontera alabastrada: allá lejos por las ventanas. Por las ventanas que me obsesionan y me llenan de baile el pecho y me bailan Gardeles en el toráx que conjugaran ritmos endemoniados: de ese baile de demonios con sonrisas que se me ha vuelto la calma, de ese miedo en la solapa cada vez que viene el tango.


Quiero narrártelo todo como si fuera un helicoptero cariñito mio, para decirte luego de mi obsesion por las fotografías de violonchelistas rusas, japonesas, austriacas, prusianas, newyorkinas, serbias, húngaras: de mi obsesión arrinconada de verlas en fotografías en blanco y negro, con los pies descalzos y tomando, como yo, café negro y naranjas. De mi obsesión diurna y nocturna de escribirle a cada una novela: una novela que hable de lo mismo. De la mañana que se levantan para ver la misma imagen de su chelo abandonado, su cara recargada sobre las piernas mientras las luz, recortada y diafána, las golpea por la ventana, mientras ellas toman, café con naranjas.


Pero esa imagen no concuerda, ya le he repetido mil veces, debían de ser naranjas. No toronjas, lima-limón: to-ron-jas no: NA-RAN-JAS!. Y yo sigo plantado en agujero de la noche, escuchando, y es aqui, pon atención cucarachita de mi alma, en donde, sin querer, así sin que nadie me lo dijiera, me doy cuenta de que soy un poco extraño, escuchando te decía, tango de arrabales electronicos y fosforescentes, escuchando cellorhytmics en el Festival de Bac, escuchando Café del Mar, escuchando un jazz en chelo Escocés y escribiendote una carta sin estructura ni forma y viendo que ese reloj que aventé al suelo cuando me dijiste que te ibas, se ha quedado andando todavía.


El reloj anda al tiempo de la planta carnivora que tengo por corazón. Veo al suelo, al escarabajo podrido de la cara, y pienso que es un bicho, pero no, no es un bicho, es la manecilla de un reloj que se mueve desde el cielo: Y yo sigo aqui, sentado y escribiendo, tomando naranjas con café.