Nos dimos cuenta demasiado tarde que había tomado la taza de kafé y se la había inyectado directamente —en un hexágono interminable de ohhh, ohhh, ohhhs, con los ojos en blanco y la piel hecha un derrame retinto de cafeína— en la vena del brazo derecho.

Más tarde, se supo también, por los chismes que iban y venían de un lado otro en la academia —la de magos y la de policias— como elevadores cocaínomanos, que la chica se había quedado encerrada en la televisión, luciendo e interpretando cada uno de los comerciales. Se le veía, igual anunciando zapatillas Nike, como Mayonesa; desde crema Herbal Essencense hasta refrescos que quitaban la sed. Era algo digno de verse pero como te iba diciendo, nos dimos cuenta demasiado tarde.

La encontraron así, tambaléandose entre la vida y la muerte y con los ojos clarísimos de color NESCAFÉ. La ropa una McDonalds, la cara un FORD 68. Había que atravesar el sol completo para ir por ella.


Y el viaje a los comerciales fué mucho mas lejano de lo que jamás imaginamos. Hubo que vestirse con moda de los 70´s y 80´s. Desencadenar todo una trágica álgebra incomprensible de funkies, townkies, junkies, brownies, barwis, barry-whites, disco, cherokes, countries, oldies, hippies y sobre todo: capitanes narigudos que se inyecaban directamente, de la taza de café, litros y litros en la vena mayor del cuello.