Eran como los sueños. Uno podía ver y dibujar cosas en el aire (rosa) pero no alcanzar nunca a llegar a ningún lado: peces dorados gigantescos volando por las montañas, huesos fosforescentes del tamaño de dinosaurios, unos converse corriendo solos a la velocidad de una mirada: eran así, imperceptiblemente nítidas. Nosotros teníamos mucho miedo de quedarnos en la otra orilla (la de fuera del lente avisor de su cámara). Era como el sonido de una mañana resonando dentro de una concha de caracol, multiplicándose en las velas de aura color lavanda. Eran como sueños. Sus fotografías eran sueños (estrellándose líquidos, pausados y calientes) en donde uno se podía perder para siempre.