20.7.10


Tenía el vicio indiscreto de volverse completamente invisible; invisible como los barcos fantasmas de los piratas en lontanza, allende al mar. Y luego de toda una vida, de recomienzos y fracasos, entendió que había pocas cosas que amar y sobre las cuáles escribir: un faro, una mujer hermosa, un viejo libro, y el sabor a chocolate. Nunca entendió, luego de tantos tropiezos que, a falta de mejores pretextos y con sobra de tantas vergüenzas, la mejor manera de aceptar la soledad era precisamente esa: manteniendo sus demonios lejos, con las letras.
Intentó (pero falló, falló, falló, mil veces malditas, falló: en la cama, llorando y brilloso -no sabía si lagrimas o sudor- mil veces; falló en la regadera, en la iglesia, al levantarse y despertar con la mañana; al anocher calo y puntiagudo, con el vaivén de un otoño quebradizo falló. Falló, ridículamente cuando le hicieron el tercer electroencefalográma y el doctor lo examinó contra la luz; falló, al escribir y ante la hoja blanca; falló, ante vida y la ida y la vuelta. Falló y pataleó, pero mil veces volvió a fallar) volverse visible otra vez, pero simplemente, no había a quien le importara verlo.

prólogo o epílogo

el lector se encontrará en este blog toda una serie de fallas estructurales y gramaticales; de forma y contenido, de orden y cronología. el autor, en un intento muy frustrado de hacerse pasar por novedoso o chiflado, se ha visto acosado constantemente por seres imaginarios que se colgaron alevosamente entre cada una de sus neuronas, como jumanjis en plena selva, como fukús de barcos que llegaran naúfragos en tazas gigantescas de café.