30.10.10


Con nadie. El resultado es un gran "cero" perfecto en su redondez, que apuntaba hacía un singular que se consumaba y re-confirmaba con el paso de los días (y las horas, las horas, las horas, las horas) Y era con nadie con quién debía terminar. Con nadie con quién debía ajustar las cuentas. Era con nadie con debía amar, y vivir y todas esas cosas de las que viven los seres normales. Fregar los platos, levantarse por la mañana y preguntar por la pasta de dientes, criticar la mala publicidad de la televisión nocturna: nadie. El resultado, corrigió mentalmente, no era un gran "cero" perfecto en su ausencia de algo: el resultado era siempre uno. Uno en soledad y lidiando contra lo que dicen que son demonios (pero mienten todos, en la oscuridad o la media luz de una vela: mienten; mienten cuando dicen que se alejan como dragones los demonios de la pubertad, de la soledad, de la inspiración: mienten; jodida y alevosamente: mienten) pero no son demonios, sino, Las Horas: una tras otra pasando trepidantes y colmilludas. Uno en soledad. Uno irremediablemente uno: tan de sí mismo, tan de nadie. Uno y con nadie: el resultado era, al fin lo supo con certeza, uno y con nadie: y además con un porvenir tan hermético de plurales que se hinchaba de una especie de orgullo malsano: me estoy quedando pinche solo, y qué.

prólogo o epílogo

el lector se encontrará en este blog toda una serie de fallas estructurales y gramaticales; de forma y contenido, de orden y cronología. el autor, en un intento muy frustrado de hacerse pasar por novedoso o chiflado, se ha visto acosado constantemente por seres imaginarios que se colgaron alevosamente entre cada una de sus neuronas, como jumanjis en plena selva, como fukús de barcos que llegaran naúfragos en tazas gigantescas de café.