san google



Balazos en Siberia, allá lejos en cuentos de nieves y espías secretos, mientras yo le pido al pichichi de oro que me alcance la bandolera. Ocho bancos me separan de ella, hay fuego cruzado y balas en el aire. Cierro los ojos. Me llevo la mano derecha y me sobo el huesito de la nariz, mientras hecho a correr como endemoniado, pidiendole a tata google, una búsqueda sin tropiezos.