El tiempo dejó de contar. Se la ha hecho realidad el miedo eterno del péndulo gigantesco, ese que, siempre que lo sentía (un terror calcificado en forma de una sombra inmensa), le venían los temblores.
El tiempo dejó de contar. Vió el hueco de la muerte en sus hijos. Y supo que quizá sería la última que le vería viva.

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