Nopales Gálacticos y Mounstros de Carretera.

—Comandante Cactilio —dice una voz muy espinosa. Tenemos que contraatacar ahora mismo. No podemos permitir un segundo más que esos desalmados nos ataquen.
—Tranquilo Cabo, tranquilo, esos infelices no tienen más que andar ahi, moviéndose como monigotes imbeciloides —repone el Comandante. —Ande, vaya y avise. Traigáse el tequila y los mariachis también, por aquello de la victoria...o por la derrota. Ah, y que no se le olvide el alambre de paca, que traemos una turbina muy fregada...ande córrale.
—Entendido Señor.



Mi vida, después de todo y antes de nada, se parece a
esas dos imágenes...

Digo, si pudiera defininarla, rapida e introductoriamente, así lo haría. Son como figuras inconexas que estoy seguro que deben encajar en algun momento o en algún lugar. Fíjate como se dedican deportivamente a dar impresiones que no son y si se caen de frente, ni como detenerse. Mexicano. Poser. Angustioso. Una mezcla entre inútil e útil que no se puede describir. Últimamente ese es mi problema: hablar demasiado de mí mismo. Estoy perdiendo la fé en que estoy agarrado a algo, o en que alguien esta agarrado a mí. Aislamiento.¿O a poco crees que porque formaron a los nopalitos espaciales-astronautas para la foto, ya andan siempre juntos? ¿o las torres? No hay cosas mas tristes que esas torres que hay en la carretera. Tengo algo como de múltiple, de nuevo, de frescura, pero al mismo tiempo de vejez, de perpetuidad, de miedo. Algo que no se muy bien como explicarle a nadie, ni a mí mismo. Estoy cansado de intentar, de mi propia extensión, de esta cápsula cristalina que me cubre la cabeza: quiero respirar, viajar, moverme. Estoy seguro que las cosas irán bien. Hay una chica que me gusta ahora, no le hablo, pero me dice cosas con los ojos. Yo me quedo como una de esas torres: mudo, estúpido, silencioso; arrebatado en una mueca de confidencia y confesion: Estoy hecho de métal y plástico, mira. Tengo las piernas sembradas al suelo y a la carretera. Quiero ser aire nuevo, desprenderme. Caminar. Ver el hueco inacabado y tonto que se me ha hecho el corazón y amar. Quisiera querer a las personas como son. Pero la verdad es que no. Preferiría ser un nopal y estar encerrado en un traje de astronauta.

—Comandante Cactilio —repite la voz muy espinosa. No había tequila chingaá. Y los mariachis salieron jotos Señor.
—Tranquilo Cabo, tranquilito ¿me oye? tranquilito —contesta impasible el comandante.
—Sí, mi comandante.
—Esos moustrecitos de carretera de cagada...me las van a pagar... ¿Me oye?¿Trajo el alambre? —Íjole, se me olvido. Pero le traje tamalitos.
—No sea pendejo Cabo, ¿Qué no sabía usted que bajo gravedad cero los tamales de doña Lucrecia pueden resultar mortales?
—Perdón mi Comandante —repone compungido el Cabo
—Tranquilito Cabo, no pasa nada ¿me oye? no pasa nada.

Por eso mismo sigo pensando que mi vida esta marcada por opuestos muy extraños y muy iguales. Desde lanzarme a la introversión mas desquiciada, hasta la extroversión mas parlanchina. Pero a final de cuentas acabo solo. Termino solo, abierto de brazos, con alambres que me plantan en mi lugar. Electricidad. Luz. Tengo algo de eléctrico y de kilométrico. Así son mis ojos: fucking kilométricos y alabastrados. Todo esto no me quita lo cansado (ni lo bailado), es un cansancio aledaño al final. A veces quisiera que todo terminara y ¡plum! Que definitivo: terminar: el fin del fin. No puedo amar. No puedo llorar. No se que pasa.

—Comandante Cactitlio—dice la voz muy espinosa otra vez. Los Mounstros de Carretera ya están aquí.
—Tranquilo Cabo, ¿me oye?, tranquilito, les vamos a poner la carreteriza de su vida, ¿me oye Cabo?.