[gospel from Jésus & Devil]
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Saludas arropado con el negro de la penumbra materialisa: eres cash y en tus ojos brilla la calentura por el papel: papel caliente: lujuria de vagina: tienes la entonación de la cúpula de tu iglesia mayor: Saint Peter —tu gran roca— viene bailando la sonata de Justice live in/from Paris. Mira tus apóstoles: en el extasis del rave opiáceo. Pero te contesto el saludo también: encerrado en estas paredes rosas veo el vómito blanco de mis nubes en tu negrura. Mira: fíjate en la imagen: el moustro —dual: abraxas: hecho de madre y padre: de maldad y bondad— saliendo del jarrón new style hasta convertirse en un gusano/oveja en forma de vívora que te lame recostado en el sillón. Ah claro ¿y tu? Mírate ridiculamente Belzebú, con tus diablos de jugute que no asustan ni una quinceañera. Legiones ridiculizadas que se descubren arrogantes y estupidas encerradas en el Tv show del Saturday Night Live: Cántame tu song: Jesus Love: Jesus Superstar: Devil Heavy Metal: y los dos, cada uno, parte constituyente de la cruz de huesos en nuestra carretera cristiana.



[britpop indú]

Levanta la mirada para ver la pared llena de paisajes desparratados. Tiene alma pop de Siddhārtha Gautama, de Zaratustra new age, de Budista alternativo: incoming: el warning de una generación indie-britpop. Y la pared sigue flotando en un barco de direcciones perdidas. Tiene, el color del oriental en su fondo musical. Ojo polifacéticos: la piramide de tus libros. En ese espacio, entre rosado y fosforescente, habitas el alma torcida: por encima del estanque de los patos (¿quien fuera la montaña de nieve, un grito de amor desde el fondo de la tierra?). Levanta la mirada hacia el domo nítido y —opacidad constante: el Dharma por el Karma: el Vishnú por el Nirvana— y entonces se da cuenta que vive en una cábala insoportable de flagelación religiosa: you are amazing mutliple god: prende el ipod a todo volumen y se olvida de todo.


[rock negro: welcome to haití vudú]
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Sales de tu cueva animista y piensas que el jarrón, la pared, el árbol —modernista, alabastrado y monocromaticamente minimalista— tienen vida propia. Lo piensas tanto que al rato les empieza a salir el espíritu cuajado de la incercia. Te mudaste a una casa stage con pájaros multicolores y te agrada el ruido —ruido inconcebible, irreconocible, horrible, de barbarie—. Prácticante del vudú mientras miras en internet las últimas noticias de MTV. De la planta: sale un cuajo de santería con alfileres polícromos. Eres toda negra: black como saxofonista de New Orlans: boca negra, música negra, manos negras, voz negra y tu álma —cochina y lasciva, pero aún así, inocente y tonta— es negra también. Tienes un maraña selvática grabada en la boca: un grito africano desde la boca del estómago. Una ventaja en la que se ve el cielo rojo, como background de una destrucción haikiri. Un poema que hable de abejas malditas, de diablos y animales poseídos, de almas perdidas y de conjuros de muerte.