Se levantaba puntualmente en la penumbra de la manana cocacolera, justo cuando el sol -espumoso y desgastado, pero a la vez, brumoso y nuevo- se filtraba por las nubes como coladera de departamento. Tenia los brazos siempre levantados y no asustaba ni a las mas de las desgraciadas ratas. Ramajes goticos se extendian por el horizonte como una plaga maltrecha de horrores escandalosos. Llevaba dos cuernos postizos, pistola en mano, y una zeta que guardaba para las ocasiones especiales. Por ezo, decia entre dientes, me guzta atacar de noche...