Estamos tomados de la mano, en la última cantina; donde parece, que el Diablo se ha bebido las tres botellas restantes, las únicas tres que quedaban. Tengo los ojos rojos, esculpidos en humo y aire. Pero aún así, la noche se alarga un poco, un poquito más. No queda nada. Tenemos que comprenderlo. No queda nada.