Empezamos a equivocarnos justo al inicio. Creemos ver el fondo de un gran abismo y nos merecemos el desquite de ver la punta de la más alta cumbre. El anuncio de un buen texto es también el inicio de otro viaje. Cargar a los personaje (y a su mundo alebrestado, inventado y en constante temor al derrumbe) sobre las espaldas. Hacer de ellos y uno mismo un modus de vida.