Uno se cree, que los mató. El tiempo y el olvido. Pero sigue ahí (esas pequeñas cosas) dentro de nosotros. Hay demonios que, al contrario de lo que diga el psicoanálisis, nunca debieran ser despertados de la mente humano. Son incomprensibles e indomables. Habrá que huir (libros, dragones y escaleras) como cada quién mejor pueda. Y la soledad, esa lupa que agranda los bichos mentales, es una buena dosis, cuando se toma en gotas muy pequeñas. Lo locura, al igual que los grandes pensamientos, se va gestando en soledad.