Confesiones de un epiléptico con sobre voltaje. Vol 3

Uno pasa los días y después intenta escribirlos como en tono de diario de sex and the city. Honestamente, y para que quede bien claro de una vez, los días nunca llegan en ese orden. Llegan despavoridos, nos toman por sorpresas y nos llenan las horas con las preocupaciones más inesperadas, con los detalles más absurdos. Carlota estuvo enferma estos días y pensé que iba a morir. Me sentí culpable más de tres veces. Le pusieron tres inyecciones, muchas pastillas, otra inyección, más pastillas y no quería comer. La novela se quedó guardada en algún rincón de la computadora, juntos con las inexistentes hojas de calendario que se fueron cayendo. Tuve una crisis bastante fuerte de la que no quisiera hablar todavía. Las cosas que se viven en una semana, pueden llegar a marcarnos toda nuestra vida. ¿Quién iba a pensar que el repertorio de mujeres sería una especie de desfile por semana? Y así se sucedieron los días: de unas piernas abiertas a otras: besando sin sentir absolutamente nada. Es más, con decirte que una hasta me propuso matrimonio. Aún así, eso no es ni siquiera lo más importante. Sino lo de la crisis. Tengo la lengua hecha un mierdajo. Despertar con el sonido de tu propia garganta o pecho, por el temblor de una convulsión, es, mucho decir. Luego la confusión, la depresión, el miedo. La soledad los multiplica por un millón nuestros temores, nuestros más profundos miedos se ven proyectados en un cristal y parecen atemorizarnos y ocultarnos la salida. La verdad es que después de cada convulsión, he encontrado la salida. No podría decir, si después de uno, dos, tres o cuatro minutos, pero siempre la he encontrado. Estoy vivo. Estoy vivo y estoy feliz de que la vida, dios, o sea lo que sea que nos haya creado y nos siga dando vida, me permitan estar aquí. Es muy difícil superar esta enfermedad y más cuando vives solo. Me duele una muela. Tengo una infección tamaño andrómeda en la garganta. Me duele la lengua que ha quedado destrozada luego de la crisis. Me tiemblan los párpados. Siento que tiemblo, pero estoy seguro que no lo hago. El mundo es un lugar, tan carajamente complicado de entender. Es, según los libritos: confusión para entender la realidad. Aún así, y con la mitad de mis neuronas quemadas y el cerebro chamuscado por tanto corto circuito, puedo sentarme, en esta silla incompleta, mirar de frente, levantar la vista, y pensar en la gente que amo. Sonreír en secreto a la pantalla y pensar que uno tiene un corazón, antes que cerebro. Quiero amar, quiero vivir, quiero ser feliz, y eso supone, el más difícil de los retos.