Y es el fin de mi vida, mi vida.

Nunca en mi vida me he sentido completamente feliz. Mentira. Quizá sí, por momentos breves, como todos, supongo. Fui muy feliz, siempre y por breves, brevísimos instantes. Imágenes que se quedarán imantadas por siempre en mi cabeza-alma-mente-espíritu. ¿Un post de largo para explicar toda mi vida? El recuerdo más viejo que tengo es de cuando vivíamos en Ciudad Madera. Cd. Madera. Wood City. Ándale sí. Supuestamente nací en otra ciudad, pero para mi, nací ahí, y debo mis primeras vivencias a sus calles, que eran, siempre agrietadas y grisáceas; lechosas y frías en una mezcla de frío, pino y sombreros mexicanos. Preescolar. Pintabamos dibujos con los dedos que sumergíamos en aguas de colores. Y luego, un desfile en donde mi hermana y yo eramos los abanderados. Las Nubecinas. La Claudia. Destellos de fotografías en donde les pega el sol de frente, creando curiosas esferas que uno casi puede tocar. Sueters con borlas de colores. Una playera un barco velero dorado, en el casi veinte años después iría a naufragar. Luego los viajes. El silencio. La mudanza. La otra mudanza. Y las otras mas de quince que me acompañarían siempre y a lo largo de -este silencio- toda la vida. Estoy tan solo ahora, como jamás imaginé que podría llegar a estarlo. Quisiera, simplemente, encontrar una respuesta a todas las horas que se suceden unas a las otras. Una respuesta, tan tangible como las hojas blancas que se van llegando de letras conforme tecleo. Fui feliz cuando creí en dios. He tenido, anhelos, mujeres, tristezas. Me ha faltado y sobrado dinero, alcohol, música y amor (porque no encuentro, una razón válida y contundente para mi existencia). He caminado y viajado, lo suficiente, y ahora quisiera morir instantáneamente. Y es el fin, mi vida, mi vida.