Y no te dignas a escribir. He estado pensando en que este espacio ―tan tuyo, pero tan ajeno a ti― nunca te ha visto fijamente. Es una noche de sábado por la noche, donde, por supuesto, no he salido. Carlota da señales ―amarillas― de vida. Pero no estás. Y guardó, ridículamente, un extracto de ti en esa billetera; tan idiota y tan sin sentido. Que, quizá, no te merece. Y no te merece ―animal, amargo, animal, lento, animal, que he sido, animal― porque la locura va a comerse mi cerebro por completo. Va a desgarrar todas y cada una de mis neuronas. Pienso ―sin existir― en que, con un abrazo tuyo, hubiera vuelto sin pensarlo. Pero pudo más, simplemente, el orgullo. ¿Viviremos, una vida, así de trágica y tonta y aislada? El teclado, algo me pide. Que me escribas. ¿Por qué no llamas? ¿Por qué no escribes? ¿Te cuesta mucho? ¿Es pedirte demasiado? ¿Es darme algo que no merezco?
prólogo o epílogo
el lector se encontrará en este blog toda una serie de fallas estructurales y gramaticales; de forma y contenido, de orden y cronología. el autor, en un intento muy frustrado de hacerse pasar por novedoso o chiflado, se ha visto acosado constantemente por seres imaginarios que se colgaron alevosamente entre cada una de sus neuronas, como jumanjis en plena selva, como fukús de barcos que llegaran naúfragos en tazas gigantescas de café.