escribir con la fuerza y pensando en derribar de una sola pincelada a tres dragones en el cielo. en hacer un conjuro peligroso para perder el alma. una hechicería tan perfecta que derribe al sol y las estrellas. escribir pensando en que será la última carta, la de despedida. escribir, con la urgencia y esperanza de que meteremos ese texto a la botella, a que vaya por los mares. escribir, de rodillas, pensando en que tenemos la pistola en la cabeza, y tenemos solo una última oportunidad de hacer las cosas. anotar el último sueño que tuvimos. planear el último plan que hagamos en la vida. pensar que quedarás ciego, morirás, caerás. escribir pensando en que la línea es una flecha, fugaz, pesado, mortal, que atravesará la carne, tu carne. escribir pensando en que sean versos malditos escritos por el diablo, o pasajes proféticos, dictados por los ángeles. escribir, desde el sexo, el alma, la gloria, el corazón. escribir con temor que todo se convierta en realidad. como la última posibilidad de traer de vuelta a los duendes y guerreros y elfos y aves gigantescas y arañas gigantes y princesas brillantes y anillos que se pierden y leones guardianes y pasadizos a otros mundos.