Perder el idioma original

Perder el idioma original. dejarse ir. adentrarse a puño y letras. explorar todos los recobecos. pensar en todas las posibilidades para escoger la peor de todas. Intentamos, sin siquiera poder evadir una pausa momentánea, echar fuera la tercera personal del plural. Intentamos ¿quiénes? Andamos por la vida haciendo listas, buscando pretextos, leyendo artículos a medias que nos dejen pensar y creer que todo estará bien. ¿Sólo la crisis de Enero? ¿La de los ventialgo? ¿Los venti-treintas? Y de pronto, me encuentro en un lugar lejano y desconocido, extraviado, perdido. Al amparo de ningún sueño (cuando esos peces, de ciudad y whiskey, se metieron dentro de alguna guitarra, se fueron escapando entre las series de TV, se cansaron de tanta pisada, se cansaron, se putamente cansaron de ser sueños y pasaron a ser recuerdos que se quedan detrás los ojos; cuando se convirtieron todos en dudas y preguntas y certezas de que no eran reales sino sueños; cuando esos bastardos, hijos, renglones torcidos de dios, se nos escaparon de las manos; cuando esos ángelitos con las alas rotas decidieron convertirse en putas de mala entraña y nos recuerdan una trasfigurada forma en el espejo, que nos recuerdo que por eso son sueños, y no realidades) y pensando en el próximo paso que uno debería dar. ¿Sólo el cambio de casa? ¿Sólo el cambio de carro? ¿Nada de soledades y colecciones ajenas?