La Epilepsia: el retorno de las neuronas electrocutadas


Vivo conectado a una gran corriente eléctrica con mal carácter. Un árbol -en donde viven todos esos pájaros que hablan idioma vikingo y griego- con ramas fosforescentes. Lo malo de vivir al filo del voltaje, es que nunca se sabe cuándo vendrá la siguiente sobrecarga. Puede ser mientras manejas. O mientras duermes. O mientras caminas. O mientras trabajas. En tu próxima entrevista. En tu próxima clase. Con tu primer paciente. O pudiera ser el último. ¿Cómo se llama ese azar vertiginoso propio de los emperadores romanos, que a pendiente de caprichoso se jugaban una vida por otra?

Veo pájaros azules, un cielo amarillo de plastilina. Mucha ansiedad en las manos. Pero al final de todo volvió esa chispa -una mitad de tus muslos: estrellas y galaxias resbalando por una gota de semen (en la última tumba del cementerio más lejano)- que me hace escribir.

Pensándolo bien, creo que empecé a escribir en este blog cuando supe que tenía muchos voltios por neuronas.