texto forzado sobre cambio de casa

podría conjurar un hechizo mágico para cambiar la casa donde escribo. pagar por un logotipo. inventar algún nuevo nombre que lo hiciera más novedoso, y sin embargo las cosas viejas perduran. es verdad que llevan cierta ventaja porque se esconden mañosamente en ese halo de misterio y plusvalía. pero, en estos tiempos -hablando de transacciones amorosas- todo tiene un costo-beneficio: si yo escribiera en una pantalla más pequeña aún, encerrado en un cuadro rosa el texto se sentiría celoso. estaría indignadamente encabronado de tener que ir siempre acompañado de alguna fotografía -esa diosa puta que todo lo supera, y que cómo bien dicen, vale una por mil palabras o a según lo establecen los estándares populareo.