Aquellos rumbos eran inadecuados, alejados, estivales, rústicos, ambivalentes, de la verga. Estaban de la verga. Siempre el sueño interrumpido, el sudor mojando y atacando la blusa de dormir llenando la cama de húmedad. El mismo insomnio, la insomnia. Los demonios picándole la tranquilidad por todos lados, transjodiendola por todas las perspectivas posibles. El mismo puto insomnio de gato en celo. El grito de horror como respuesta a un miedo antiguo: el suyo era un miedo salido de alguna caverna, de esas cuevas en donde viven seres moustrosos que perpetrados y envilecidos por el mal esperan la oportunidad de salir despues de milenios de cautiverio, o si no, cuando menos que su grito halitoso sea escuchado en otros universos. Por aquellos rumbos, los mismos que no eran otros que sus sabanas llenas de ansiedad, solia pensar las mismas cosas durante todo el dia y su mente no podía escapar nunca de las mismas imágenes. Era como presa de esa resonancia alcoholica que existe en los lugares en donde se bebe muy frecuentemente: neuronas de borrachos y fantasmas de tabernas, le provocaban que al cerrar los ojos viera la misma figura: una y otra vez. Entonces se levantó y recordó el espejo, lo tomó con las dos manos como si pesara una eternidad y fué ahi de frente al espejo. Frente al pinche espejo descubrió el infierno. El infierno.

Comentarios

  1. Magistral!
    Pensamos que los demonios nos rondan cuando en realidad el infierno nos habita.
    Me ha encantado!
    Besos!

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