Se achicaron todas las ciudades a sus ojos (eran como luces apagadas, o artefactos sin prender) y no supo de bien como es que eran ahora pueblos pequeños y jodidos: sí comprendió que las cosas habían cambiado y eran diferentes ahora y que partiendo desde ese punto hacia cualquier otro -eso no importaba- se podía explicar, sin mayor dificultad esa mirada de perdona vidas con la que se fumaba el noveno cigarro Camel de veinte de la caja entera. Miraba hacia algún punto sin precisión y se quisó reir a horcajadas de todos ellos hasta que se le reventaran los pulmones (así como a su mismo tiempo alguien mas se estaría riendo de él) y gritar que le aburría enormente todo aquello. Pero decíamos que las cosas quedaron reducidas a sus medidas reales, ahora con un punto de comparación incomparable todo parecia como una Villita Coca-Cola pero con sicarios y narcotraficantes que mataban de a verdad y chingaban juniors de verdad y que chingajodian a policias de verdad.

Pensó en un hueco ilimitado sin firmamento en donde no había centimetros y las muertes eran broma y todo aquello se podía enmendar con un chasquido de dedos, que las muertes eran un tachón en el libro sagrado de los designios y se podía vacunar a todo el mundo entero con una buena dosis de Prada, Yves Saint Laurent, Armani y Fendi, y listo: el glamour en la sangre, pensó repetimos, que la muerte era una mala pasada, un bicho molesto solamente.

Se expandió por los cielos hasta que una buena bala le atrevesó el orgullo y regó su propia sangre (sangre llena de glamour, el antidoto mismo) por las calles sucias de la misma ciudad de siempre.

Comentarios

  1. qué hay... Aquí dándome una vuelta por su blog que se lee interesante. Espero volver a venir por aquí a continuar leyendo...

    saludos!

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