Siempre hacer las cosas bien. Tijuana se veía ensimismado en una óptica barroca que abrazaba los límites de lo gótico cada vez que se internaba en lugares oscuros: era como una burbuja en donde, la adrenalina en la sangre y el corazón palpitándole como una bomba llena de vida a punto de explotar, le hacían sentir que REALMENTE vivía. Años después, descubriría la tecla DELETE, pero por ahora, se contentaba en mirar esas fábricas abandonadas, y el complejo de refinerías y fundidoras que habían dejado de funcionar un siglo atrás. Las zonas petroléras de la ciudad eran simplemente insostenibles y una vez que los inversionistas norteamericanos hubieran de chupar hasta la última gota, se largaron igual como habían llegado. Oscuras y largas sombras se anidaban en los brazos torcidos de las fábricas, en donde, dragones gigantescos alados parecían alimentarse de petroleo y de sombras, y de todas esas cosas misteriosas por las que nos gustan las fotografías a blanco y negro.