una de domingo, mi amor.

siempre que pienso en la palabra tren, pienso en la palabra fantasma. un tren gigante y carajamente encabronado que te está llevando directo al infierno. ¿te imaginas? ir montado con la certeza sobreactuada de saber que estás listo para partir, deportivamente, hacia lo más recóndito de los quintos, sextos y séptimos avernos. pero, compostura: la concepción freudiana de fantasma es distinta. y al pensar en fantasma, pienso continuadamente en ti (y en el fantasma). lamento mucho no haber podido cargar con todas esas maletas. quizá, nunca debí tomarlas, en primer lugar ¿pero qué hacer?