Voy a colocar esta neurona aquí y le voy a decir que se calme. Una y dos tormentas caen libremente. Hay una agonía que tiene una lengua. Y se mueve. Tenemos la quijada a punto de rompernos los dientes. Porque vamos a morir y no hay ningún remedio -en la renuncia hacia atrás y sobre uno mismo que pudiera ser, la desesperanza de un camino que mas que ser un final, es un comienzo (no el comienzo de cada esquina, sino uno donde no hay nada tras de sí) que nos invita y nos empuja a caminarlo- y pensamos que hay la aritmética posibilidad de estar vivos. Le voy a dar casi tres segundos para que tome su mueca más azul y perfore la sonrisa que el cielo nos pinta.