(tener un blog) es mostrarse al mundo y tratar de iluminarse el propio, bajo una antorcha qué resulta ser siempre un pensamiento inacabado. Tener un blog -ese acto de odio y parto- es como abrirse el corazón y ver quién está dispuesto a no tomarlo, sino presumir la entraña más ridícula, la neurona más quemada, el pulso más tembloroso; en fin, todos los abismos que siempre llevan de regreso a la misma puerta. Hoy recuerdo, que hace varios años —catorce, trece, quince— inicié el blog, más con ganas de pegarme un tiro en la nuca que de otra cosa.