Una visita inesperada

Boby se presentó en la mañana siguiente con la cabeza llena de bruma y la repetición incesante de las lineas de la carretera. Se le marcaban una tras otra, amarillas y blancas, esperandolo como cocodrilos gigantescos debajo de un pantano. Saludo a todos como si nada hubiera pasado y se ajustó la corbata, calándose un poco el saco del traje. Estaba en su mejor momento. Nada podía detenerlo. Tenía recién cumplidos los cuarenta años y había sido uno de los funcionarios más jóvenes en ascender.

Intento escribir en su ordenador. Poco a poco, se le fueron cambiando las teclas y los teclados de lugar, para dar inicio a todo un festival de errores y mala ortografía. Era como si, de buenas a primeras, un duende de la mala caligrafía, llegara con ínfulas de todólogo, a querer pintarrajear todo intentara escribir. ¿Cómo se deja atrás la nueva y recién profesión de enterrador profesional?