Este impulso es natural. Hay que hacer todo cuanto esté al alcance para que las cosas fallen. Joderlo todo desde el principio. Torcer los caminos y las palabras para tratar de casi echarlo todo a perder. Ah, pero eso sí, dejando un leve intersticio abierto. No se muy bien porqué será; es como un instinto kamikaze de querer mandarlo todo al diablo; quemar las jodidas naves, echarlo todo a la mismísima mierda; aventar los dados y dejar todo el dinero pendiente. Será que bajo los estratos de una conciencia bien despierta y un superyó que se la pasa jodiendo la visión de realidad, hay un guardían que está listo para picarnos las costillas. Algún día podremos decir, que lo echamos todo al traste, y mira: no pasó nada. Perdí todo el dinero, perdí todas las mujeres, perdí todo lo que me daba...pero jugué. Y esa, es quizá la más honda e intrincada satisfacción: la de perder. El planeta entero pienso que la mayor satisfacción está en el ganar. Y quizá tenga razón: alzarse con la copa, llevarse el primer premio, poner el pie en el primer lugar. Pero en los escalones de la mente humana, existen siempre niveles mas hondos y profundos. Pozos insondables en donde pocos se atreven a entrar. El placer morboso y que roza en lo enfermizo de perderlo todo. Es nuestro instinto también. Espiritualmente estamos formados para obtener. Perderlo todo es una manera de perdonarlo todo. De estar en completa calma con el universo y sanar el karma: lo perdí todo, estoy jodido, pinche universo: estamos a mano. Y quizá sea en parte eso también, el hecho de decir: Universo, estamos a mano. Todo lo que me diste, no lo tengo. Ahora, empezamos de cero. (Con las  mujeres, precisamente ahora pasa lo mismo: echamos todo a la borda, quemamos todas las naves, y es en parte, la única manera de sobrevivir a esto)