Mucha televisión, Señor Café

Perdió la razón. Enloqueció como un foco malvado y pervserso que se acabará de prender en su mente. Algo, sencillamente, le brotaba del coco. Estaba obsesionado con el orden de las casas y los animales que representaban a cada una; con los nombres de los integrantes de cada legión, con las armas y los cuentos y con cada simple y llano detalle. Tenía el cabello corto y la barba pelirroja y acabo por tener largas las dos cosas. Nadie noto muy bien cuando se volvió loco o si fue algo que iba en aumento como una especie de semilla malsana que creciera dentro de su cabeza: había algo de tóxico y mortal en esa ponzoña de nubes y nieblas con que se le llenaba el pensamiento. Las carnes, flacas, los ojos, en órbita, la garganta ávida de hablar locuras,